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Discurso de Gabriel Boric
Bogotá. Ana GÓMEZ/Efe/ SudAméricaHoy (SAH)
En un país con 1.123 municipios, Barichara se ha consagrado como «el pueblo más lindo de Colombia« con sus calles empedradas llenas de historia, sus blancas fachadas y un clima de tranquilidad que envuelve a los turistas que llegan cada vez con más frecuencia a este rincón colonial.
La etiqueta que acompaña a este pueblo del departamento de Santander, en el noreste colombiano, no es gratuita sino ganada en un concurso gubernamental en 1975 que abrió el camino para hacerle merecer tres años más tarde el título de Monumento Nacional. Sus orígenes se remontan a 1702, cuando según los moradores la Virgen se apareció ante un campesino tallada en una piedra, sobre la que se edificó toda una leyenda, una parroquia y una aldea.
Y es que la piedra siempre ha estado ligada con los baricharas o «patiamarillos», considerados los mejores talladores de Colombia y de Latinoamérica.
Barichara o «lugar para el descanso» en el dialecto de los guanes, pueblo indígena que habitaba la región, se mantiene como un enclave colonial que en los últimos años emprendió una estrategia para custodiar con celo sus tradiciones culturales y económicas.
En esta labor destaca el papel del Taller de Oficios, fundado en 2007 por el expresidente Belisario Betancur (1982-1986) y su esposa, la directora general del taller, Dalita Navarro, vecinos de Barichara empeñados en mantener el cultivo del tabaco, las artesanías con cerámica, los bordados y tejidos de fibra.
Barichara se alza en la meseta más seca de Colombia como un premio, al final de un sinuoso viaje que desde Bogotá toma al menos siete horas, sensación que ha calado entre los visitantes al punto de haber convertido el turismo en la principal actividad económica del pueblo.
El pintor, fotógrafo y gestor turístico Pastor Plata Lizarazo, uno de los impulsores de la guía privada «Barichara Vive», dijo que «el turismo en Barichara está creciendo aunque apenas se encuentra en el punto de inicio». El pueblo cuenta ya con una oferta hotelera de 323 habitaciones y 747 camas en diferentes opciones de hospedaje que van desde casas campestres a hoteles «boutique» y hostales para mochileros, acompañada de «cada vez más restaurantes, que era el punto débil de Barichara», según Plata.
Entre los atractivos arquitectónicos se encuentran el Parque de las Artes Jorge Delgado Sierra, la plaza principal, las capillas de Jesús, de Santa Bárbara, de La Inmaculada, el mirador y el Monumento a la Hormiga Culona.
La gastronomía, única en el país, tiene como protagonista al cabro, ya sea asado o en «pepitoria», preparada a base de la sangre y vísceras de este animal con arroz y verduras, coronados por las sabrosas «hormigas culonas», toda una promesa para las políticas de soberanía alimentaria. El ministro de Comercio, Industria y Turismo, Sergio Díaz-Granados, visitó recientemente el municipio y se comprometió a recuperar los «caminos reales» indígenas que luego ampliaron alemanes y españoles.
«Queremos ahora que los pueblos se vuelvan unos santuarios de paz, reflexión y tranquilidad y que la gente pueda usar los caminos para entrar en contacto con la naturaleza, así que esa va a ser una de las inversiones que en el corto plazo estaremos haciendo», dijo Díaz-Granados.
Asimismo, prometió inversiones de 2.200 millones de pesos (unos 1,14 millones de dólares) para recuperar el parque Gallineral del vecino municipio de San Gil, que es el epicentro colombiano del deporte de aventura y el ecoturismo, con actividades como el rafting, torrentismo, parapente, espeleología, escalada y ciclomontañismo, entre otras. En los alrededores de Barichara es imprescindible visitar el Cañón del Chicamocha y su Parque Nacional, que ofrece las vistas del imponente paisaje, diversas atracciones y el segundo teleférico más largo del mundo, con 6,3 kilómetros de longitud.