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Discurso de Gabriel Boric
Salto (Uruguay). Por Rodrigo GARCIA MELERO/Efe
Cuando en 1941 la petrolera estatal de Uruguay buscaba sin cesar crudo en la norteña provincia de Salto, nadie pensó que si bien el oro negro no aparecería, en su lugar saldría a saludar otro líquido que hoy, 75 años después, es idolatrado en la zona entre propios y extraños: el agua termal.
«Dicen que tiene muchas propiedades. Al menos yo sufro de artrosis, me la mandó el médico y es muy buena. Suelo venir hasta ocho veces en invierno. En verano voy a la playa», dijo la veterana Norma, llegada desde Canelones, a 500 kilómetros al sur, mientras se remoja en una de las piscinas al aire libre de las concurridas termas de Daymán.
Estas son una de las seis que integran la llamada Región Termal uruguaya, que comprende tanto al departamento de Salto como al contiguo Paysandú, ambos en el litoral noroeste de Uruguay, junto al río que lleva el nombre del país y que ejerce de frontera natural con Argentina.
«Un sitio muy lindo, de mucho relax, de mucha paz, de uno venir a desenchufarse un poco de la vida cotidiana», cuenta por su parte Elisabeth, rodeada por sus nietas y convencida de que el agua que de estas termas sale cuanta con propiedades mágicas para ayudar al tratamiento de distintas enfermedades.
Provenientes del acuífero Guaraní, que ocupa parte de los territorios de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, del subsuelo de este rincón del país surgen 160.000 litros de agua por hora, desde unos 2.000 metros de profundidad y alcanza temperaturas que oscilan entre los 38 y los 46 grados.
«Para todo lo que tiene que ver con el reúma, para las enfermedades autoinmunes de los huesos… A mí viene muy bien. Se descubrieron tratando de buscar petróleo. Haciendo pozos para encontrar petróleo… salió el agua termal», recuerda Elisabeth desde Daymán.
No fue hasta el 6 de enero de 1941, cuando los reyes Magos se negaron quizá a portar oro negro en sus sacos y decidieron obsequiar al país sudamericano con este singular oro transparente.
El director de Turismo del Gobierno de Salto, Gustavo Chiriff, recuerda cómo la empresa de hidrocarburos estatal Ancap, buscando ese día crudo a 80 kilómetros al norte de la capital departamental, en una zona militar ubicada en el entorno de las hoy conocidas como Termas Arapey, vio emerger, de repente, agua a temperaturas poco habituales.
«A partir de ahí se empieza un incipiente turismo, con una piscina y un chorro en donde la gente venía a disfrutar», agrega.
Fue en la década de 1970 cuando se empezó a desarrollar la hoy amplia infraestructura hotelera de la zona y en adecuar Arapey y poco a poco el resto de las termas como producto turístico.
Es por ello que en enero del 2016 se celebrará por todo lo alto aquel hito de los ya lejanos años 40 que permitió convertir con el tiempo parte del litoral oeste uruguayo en el templo de la balneoterapia con agua rica en yodo, hierro, magnesio, calcio y flúor, carente de arsénico y pobre en sulfatos y nitratos.
«Vamos a hacer simbólicamente nuevamente el afloramiento, vamos a abrir el pozo, para que el chorro logre las alturas que llegó en aquel momento y va a haber una fiesta bastante importante», adelanta Chiriff.
Actualmente, todas las termas, con instalaciones públicas y privadas, cuentan con un amplio abanico de servicios, piscinas abiertas y cubiertas, parques acuáticos y desde las opciones más económicas de alojamientos hasta hoteles cinco estrellas.
Los más habituales en la zona, además de los propios uruguayos, son los argentinos y los brasileños.
Para Germán Pedroso, del Hotel Horacio Quiroga, con cinco estrellas, situado junto al lago y la represa de Salto Grande, lo que tiene la zona es que además del agua termal, con beneficios para el «desestrés» físico y mental, permite contactar plenamente con la naturaleza y caminar, cabalgar o andar en bicicleta.
«El lugar es paradisiaco», asevera.
No obstante, el departamento de Salto, con unos 125.000 habitantes y cuna de estrellas del fútbol como Luis Suárez y Edinson Cavani, es también popular por ser centro de pesca deportiva, en especial la del dorado y de peregrinaje de compras, cultural y religioso.
Hasta el papa Juan Pablo II visitó el lugar en 1988.
«Muchísimos miles de personas acuden en busca del milagro del padre Pío»; cuenta el director de Turismo sobre la gruta dedicada al religioso italiano Pío de Pietrelcina (1887-1968), cerca del río Daymán y destacada como foco de «especial energía».
Sin embargo, son las termas las que generan una de las más importantes fuentes de trabajo en la zona, de costumbre ganadera y rica en producción vitivinícola, aceitera y sobre todo de arándanos, naranjas, mandarinas y pomelos.
Solo en el complejo de cinco estrellas Termas Arapey los trabajadores proceden en un 50 % de la cercana Belén, la población más antigua del norte del país y que tiene en la agricultura su principal actividad, con cultivos como el zapallito -variedad de calabaza- y el pimiento morrón como reyes de la huerta.
«Hoy en día no se puede hablar de un mejor momento para venir, pero sí las medias estaciones es lo mejor. Fin de invierno y fin de verano», añade Pedroso sobre el mejor momento del agua termal.
Casi paradojas del destino, el pasado enero Ancap confirmó la posible existencia de 20 pozos de petróleo en las áreas de Salto y Piedra Sola y los más optimistas esperan que el próximo año se confirme si hay o no hidrocarburos en los suelos uruguayos.
Eso sí, de momento, el agua termal… ya le lleva 75 años de ventaja.