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Albert Traver
Buenaventura (Colombia), 30 dic (EFE).- En la costa del Pacífico colombiano todavía retumban los sonidos de África a través de la música folclórica que se ha mantenido a lo largo de los siglos. La marimba, conocida como «el piano de la selva», aparece en toda rumba que se precie y hoy, sus secretos, se transmiten a los más jóvenes.
«Lo llamamos el piano de la selva porque está totalmente construido con los materiales llevados de las altas montañas de la costa Pacífica», explicó a Efe el maestro marimbero Braudilio Cuama, ahora encargado de transferir su sabiduría a un grupo de jóvenes en la Escuela Taller de Buenaventura, en el suroeste del país.
Desde hace casi un año y medio, Cuama enseña en esta institución a decenas de jóvenes de Buenaventura, una ciudad azotada por la violencia y el narcotráfico, a construir los instrumentos tradicionales de la región, de los cuales la marimba es la estrella.
Parecida a un xilófono de grandes dimensiones, el sonido de la marimba parte de una serie de láminas de madera de chonta (un tipo de palma tropical) de diversos tamaños, cada una con su propia caja de resonancia, y organizadas de mayor a menor.
«La marimba es un instrumento bastante difícil para la construcción y aún más difícil para tocarlo. La marimba se toca con el pulso y los otros instrumentos con los dedos, es más fácil tocar la guitarra o el piano, por ejemplo», explicó Cuama, quien también enseña a los chicos a usa este instrumento.
De raíces africanas, este instrumento tuvo su origen en Latinoamérica en el norte de Ecuador y la zona de Tumaco, en el sur de Colombia. «De Tumaco vino subiendo y radicó en Buenaventura, pero donde más ha tenido progreso la marimba ha sido en Guapi, que ha tenido muchos géneros musicales», dijo Cuama.
«El negro comenzó a pensar que podía hacer su propia música, su propio sonido y traían ya de África ese timbre de esas teclas que tocaban allá», afirmó el maestro marimbero, quien explicó que en América, el instrumento se mejoró gracias a la madera de chonta.
La marimba «ya estaba en casa» cuando Cuama nació, en el 1947 en un corregimiento a las afueras de Buenaventura, ya que su padre la compró en Guapi pensando «que le iba a gustar» a sus hijos. «A los ocho años empezó él (su padre) a enseñarme unos pasitos y a los catorce ya empecé a venderme muy bien con la marimba», agregó.
Desde entonces, Cuama se trasladó a Buenaventura, donde tocó al lado de los más grandes de la marimba y se preocupó por conservarlo cuando «llegaron los equipos de música electrónicos y los muchachos cambiaron la marimba por poner un casete. Con eso bailaban y ya no necesitaban de sus instrumentos».
Cuenta que cuando llegaron los paramilitares a Buenaventura decidió que la música sería un canal para sacar a los jóvenes de la violencia: «yo les dije que cambiasen el fusil por una marimba, una granada por un bombo, un revolver por un cununo (un tipo de tambor), y eso ha hecho que la marimba siga viva».
Y es que la guerra a sangre y fuego entre las bandas de Los Urabeños y La Empresa, una facción de Los Rastrojos, por el estratégico control del narcotráfico en este puerto del Pacífico colombiano se cobra decenas de víctimas cada año, la mayoría jóvenes.
Aquí radica la envergadura del proyecto de la Escuela Taller, una de las ocho de este tipo que el Ministerio de Cultura tiene en todo el país, encargadas de recuperar los oficios tradicionales de cada una de las regiones colombianas.
Al revivir de la marimba también ayudó el reconocido Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez de Cali, que reúne sonidos del Pacífico colombiano; así como el Festival Folclórico del Pacífico o el más reciente Sonar de Marimbas, que a mediados de diciembre cumplió su segunda edición, ambos en Buenaventura.
Hoy en día, «todas las fiestas que se hacen, incluso los matrimonios, los cumpleaños de nuestros mayores, todos se están haciendo con este gran instrumento, la marimba», afirmó orgulloso Cuama.