domingo, 27 de noviembre de 2016
Era mortal


josé valesPor José VALES
¿Cuántas veces lo mataron? Cientos en las últimas décadas, pero el mundo ratificó una vez más que el rumor no es letal. Fidel Castro ya no está entre nosotros y tal vez ahora puedan comenzar a edificarse las estructuras para poder analizar su enorme y gravitante figura política sin las pasiones de esas, que nublan la razón.
No faltó quien llegara a creer que el líder cubano fuese inmortal o como el llegó a bromear, poco después de su último viaje al extranjero (Córdoba, Argentina, 2006). “ A veces creo que soy descendiente de Matusalen…”. Pero no. Fue un político y un dictador, bajo los cánones de unos y de otros. Pero también fue un intelectual brillante y una suerte de estrella política mundial, surgido desde una isla diminuta enfrentada a la Nación más poderosa de la tierra.
Intentanto un primer análisis de su figura, ahora que no está entre nosotros, aparece un Fidel Castro, que con el correr de los años y aún luego del final de la IUnión Soviética, se fue convirtiendo en un hombre indispensable para América Latina. Y sino que se lo pregunten a l ex presidente colombiano y ex secretario General de la OEA, César Gaviria o a Juan Manuel Santos. También se podría interrogar a los herederos de Antonio Carlos Magalhaes, el extinto líder de la derecha brasileña, con quien había forjado una gran amistad, o a millones de venezolanos que en los últimos 18 años no dejaron, para bien o para mal, de nombrarlo a diario.
Fue una figura de dos siglos, pero sin duda, el íder cubano fue la figura política más descollante del siglo XX. Sus estrategias serán, casi con seguridad, estudiadas en las Universidades de Ciencia Política de todo el mundo. Por ejemplo la que plasmó durante la recordada Crisis de los Misiles en 1962, cuando supo colar a su pequeño país en la discusión entre las dos potencias de la época, la Unión Soviética y Estados Unidos y a su figura entre la de John Kennedy y Nikita Kruschev.

El abrazo entre Fidel Castro y Nikita Krushchev de 1960

El abrazo entre Fidel Castro y Nikita Krushchev de 1960

Más acá en el tiempo, en 1994, cuando autorizó sorpresivamente a migrar a Estados Unidos, en lo que se conoció como “La crisis de los Balseros”, hasta obligar a la administración de Bill Clinton, a negociar un tratado migratorio. O el dispositivo nacional que supo montar desde el poder para recuperar a l niño balsero, Elián González en 1999, lo que lo llevó a decir en privado. “A Estos yumas (gringos), les ganaré esta batalla con dos abuelas y un niño…”
Fue gravitante ante en los acuerdos con Barack Obama y su deceso se produce casi al tiempo con el triunfo de Donald Trump, lo que abre más de un interrogante. Ese acuerdo, aparece tal vez como demorado, tardío, sometido desde 1998, tras la visita de Juan Pablo II a los tiempos del Vaticano, en quien Fidel pareció por entonces, sumar al análisis de la transición en Cuba, como no lo hizo con la izquierda latinoamericana, que pugnaba desde el Foro de Sao Paulo, a hablar del tema.
De hecho la firma del pacto con la administración Obama, no generó debate alguna en una izquierda regional, que vio perder vidas por doquier, siguiendo los postulados de la Revolución Cubana. Se desprende que alguna explicación, en tanto aliados y compañeros de viaje, debieron haber recibido.

Pero no sólo en ese final de la historia de desencuentros y bloqueos, pueden aparecer los flancos de la figura de Fidel Castro. Ahora posiblemente se podrá comenzar a dilucidar el por qué un estratega sin par como Fidel, no abrió las puertas al cambio en 1989, cuando fueron fusilados el general Arnaldo Ochoa y Antonio De la Guardia, acusados de estar vinculados al narcotráfico. Ese, según los observadores y especialistas de la época hubiese sido un buen momento para emular Deng XiaoPing, convertirse en el líder espiritual de la Nación y permitir que el país tome un rumbo, más sólido e independiente, que el que pueda esperar cuando ya Raúl Castro, sea también historia.
Fidel tenía mucho de cubano, pero más de «Gallego». Su pasión por el poder, lo mantuvo hasta el final gravitando y encontrando sostenes económicos y políticos, como el caso de la Venezuela de Hugo Chávez, para seguir aún desafiando a la historia, sin reparar en libertades ni en el sufrimiento de varias generaciones de cubanos.
Ahora, cuando su figura se agranda y entra en el estadio de la mitificación, comienza a ser un buen momento para poner blanco, sobre negro, y poder entender acabadamente, todos los aspectos de la personalidad cautivante y arrolladora, de sesgo autoritario, que fue ese líder, que tanto para sus amigos como para sus enemigos más enconados, parecía inmortal.

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